Las 12 del mediodía, la gusa te impide concentrarte, necesitas llevarte algo a la boca para aplacar al gusanillo.

Decides liquidar el suelto del bolsillo en la máquina expendedora del descansillo, una bolsa de algo atiborrado de grasas y colorantes serán de utilidad para culminar tu cometido... Pero, de repente, la máquina se encasquilla dando al traste con tus planes de engorde y tus ahorros microeconómicos.

Solución, ¿quejarte a la empresa y esperar un mes mínimo para que te obsequien con unas patatas rancias o, en su defecto, un euro?, nah...

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