A lo largo de la historia, no siempre hemos hecho uso del mismo calendario, es decir, del mismo sistema para contar el paso de los días, semanas o años. Actualmente, utilizamos el calendario gregoriano, que debe su nombre al papa Gregorio XIII. Este es el calendario más extendido alrededor del planeta, donde coexiste con el chino, el hebreo, el hindú, el musulmán y el persa.

Hasta pasada la Edad Media, en Europa utilizábamos el calendario juliano, que contaba con un desajuste de 10 días de más respecto al gregoriano. El calendario gregoriano no se instauró en todos los países al mismo tiempo, sino que fue haciéndolo paulatinamente dependiendo principalmente de la religión que predominase en cada uno: primero en aquellos influidos por la Iglesia Católica Romana, y sucesivamente en los demás. Así, España fue de los primeros países en adoptar este nuevo calendario en 1582, mientras que, por ejemplo, en el Reino Unido el salto no se dio hasta mediados del siglo XVIII.

Este desajuste nos ha llevado a la confusión histórica más extendida en las aulas españolas de literatura (de las extranjeras no tengo conocimiento). Y es que, ¿quién no ha escuchado que Cervantes y Shakespeare murieron el mismo día? Esta afirmación, a tenor de los párrafos anteriores, no deja de ser una verdad a medias. En efecto, ambos murieron el 23 de abril de 1616, es decir, en dos días diferentes que se llamaban igual. Tomando las fechas de instauración del calendario gregoriano, en 1616 existía aún un desajuste de 10 días en la forma de llamar a cada día entre España e Inglaterra. Por lo que, si hacemos el cómputo con el calendario gregoriano en la mano, Cervantes sí murió el 23 de abril, mientras que Shakespeare lo habría hecho el 3 de mayo.

No deja de ser una confusión irónica. En aquellos tiempos estábamos a la cabeza de Europa y del mundo. Hoy en día ni siquiera somos capaces de enseñar con certeza lo que fuimos.

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